La calidad de mis sentidos se entorpece ante la sola idea de volverte a ver. Porque lo admito: me deslumbrarías… lo sabes hacer bien, siempre lo hiciste y hasta sin querer.
Por tanto, eludiendo el todo y sus partes, permíteme hacerte entender una sola cosa por esta vez: mi desconcierto ante la idea de que tú, siendo tan común, tan corriente, lograses cautivarme hasta el alma y desvestirme el inconsciente.
Sostén en tu mente la siguiente advertencia, grábatela en tu conciencia como si fuese un mantra del que dependiera tu supervivencia:
Cuando te acerques a las inmediaciones en las que inevitablemente esté mi presencia vuélvete transparente para que entonces yo no te vea y no destroces mi mente, no alcances a deslumbrarme y me dejes solamente observarte en mis recuerdos, sin tener que lidiar con el gran pesar que conllevaría verte en piel y hueso, cerca, de nuevo.
No me dejes acercarme si por algún motivo adverso nos encontramos, sin reparo, y sin que pueda ensayar algún verso.
No me dejes saludarte con esmerada cortesía, ni siquiera darte una sonrisa de esas… de las mías.
Por mi bien, prodígame esa misericordia que tanto esperas que te abrace, quién sabe si al hacerlo se te regrese y te repare.
Con mil pesares te hago esta advertencia vestida de súplica ferviente, intensa.
Y es muy a mi pesar porque si por mí fuera, fuese todo lo contrario a todo dar y a luz de velas. Pero ningún trozo de corazón roto podrá recuperarse si haces acto de presencia y desequilibras los débiles encuadres que le he hecho a la idea absurda de olvidarte.