Estar vacío es patrimonio de aquellos a los que se les va la vida en el afán de llenar un hueco que responde a la misma necedad de al viento querer golpear.
Y mientras se les va me limito a observar.
Observo como le toman selfies a sus máscaras y sonríen desde el alma convencidos que esa imagen es su copia exacta ¡cómo dos gotas de agua!
Observo como son iguales a un pez que decide retorcerse en la superficie antes que profundizar en el mar por temor a encontrar algo que le atemorice.
Veo a una que se queja de que su corazón murió porque ningún poeta le dibujó, obviando que a lo mejor debía escoger a un dibujante y no a un escritor.
A los que duermen y sueñan con estar despiertos también los veo, y cómo al despuntar el alba posponen el despertador porque siguen teniendo sueño.
A aquellos que no se atreven a andar descalzos en pastos verdes temiendo que, desde algún lugar, alguna víbora les aceche.
Y a todos ellos un espejo negro les ha consumido como un vicio y caminan, con una venda floja, directo a un precipicio. Precipicio frente al cuál ahora me encuentro porque detrás el mundo está desierto, porque todos han caído dentro mientras yo solo observo.
Y no puedo sentir impotencia ni ansiedad, ni siquiera frustración o intranquilidad porque lo único que siento es que mi afán por no ir con la corriente y limitarme a observar es similar a la misma necedad que al viento querer golpear.
Y fijamente les observo gritar, debajo de sus máscara les veo gritar, gritar desesperados porque no se la pueden quitar, porque ya han caído en el precipicio y esa selfie no reflejaba quiénes fueron en verdad.
Y puedo ver más allá porque me he limitado a observar pero, en contraste con mi condición actual, no veo que la estén pasando tan mal.
Que talvez puedo más que observar, que a lo mejor me les puedo acercar, que la venda me la puedo aflojar… que al precipicio me voy a tirar.
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