Pero de pronto desperté, al instante me arrepentí porque el abismo al que fui arrastrada me condujo a un oscuro y profundo pozo.
Mi cuerpo aún era arrastrado por una fuerza desconocida a mi sentido común y mi caída no parecía tener fin.
Sabía que moriría porque no podría soportar mucho bajo el agua, y mucho menos entre estas paredes claustrofóbicas así que simplemente no di pelea y, justo cuando ya no pude contener la respiración y empezó a filtrarse el agua en mi sistema, empezaron unas sacudidas.
Era otro terremoto, mi espalda tocó fondo y sentí que la fuerza desconocida que me atraía a las profundidades se había ido dejándome en una posición incómoda, mientras seguían las sacudidas hasta hacerse cada vez más intensas.
Los escombros del pozo empezaron a caer sobre el agua y bajaban hacia el fondo, los escombros más grandes bajaban con mayor rapidez así que los golpes no se hicieron esperar mientras yo casi perdía la conciencia.
Hasta que, con otras violentas sacudidas, el pozo se derrumbó por completo, el agua se expandió por toda la tierra negándose a quedar estancada y yo quedé en el fondo, debajo de los escombros que sabia me habían dejado mil grietas más.
No llamé, no grité, no busqué… porque nadie me iba a escuchar
Y una vez más me dejé llevar por el dulce canto del sueño eterno, sabiendo que quizá no volvería a saber de mí jamás.
…