…aprovechar un día a la vez, escribiendo en cada hoja, en cada centímetro del papel…
Entre toda la efusividad de año nuevo se proponen ideas de ensueño como ésta de tener 365 páginas de un nuevo cuaderno.
Pero… y me da pena decir esto, pero no me resulta tan atractivo empezar de cero, es que yo contemplo lo tentador que resultaría volver al viejo y usar las páginas que no rellené por alguna razón ajena al viento.
¿No es seductor, el pensamiento?, podría embriagarme o quitarme el sueño sin embargo, decido no hacerlo.
No porque de pronto me hayan visitado delirios intensos de dejar atrás el pasado y pisarlo hasta que deje de retorcerse bajo mis zapatos… sino porque ni siquiera se va a retorcer, porque es prácticamente imposible reciclar todo ese papel.
Y justo ahora que observo el silencioso lenguaje del atardecer reparo en que, talvez, tengamos algo en común: somos igual de nostálgicos; pero él, en cambio, no siente tanta añoranza por el pasado ni la urgencia de abrazarlo como si el sol no fuera a salir mañana para deparar en otro ocaso, simplemente se renueva cada día, incluso en los días turbulentos de nubes grises es capaz de reinventarse.
Así que más que ese sueño frustrado mío de conseguir entrar a hurtadillas en el almacén del tiempo y sustraer ese cuaderno viejo para remendar las páginas desperdiciadas, acepto que no me queda de otra que tomar el que hoy toca e intercambiar miradas hasta convencerme de que es la página uno y no me la puedo perder intentando remendar lo que ya no puedo resolver.
Que puedo retomar de nuevo el ritmo para aprovechar un día a la vez, escribiendo en cada hoja, en cada centímetro del papel y siendo consciente una y otra vez que no se trata tanto de lo que logre como de saber que tengo vida y de que está bien.
…